jueves, 10 de enero de 2013
Beasts of the Southern Wild: realismo mágico.
No hace poco escuché una descripción que me causó mucha gracia, sobre El Árbol de la Vida, de Terrence Malick: "es como un gran screensaver de 3 horas". Viniendo estas palabras de alguien que está acostumbrado al cine de explosiones, extrarerrestres y traseros aceitados, no me sorprendió la comparación. Pero me puso a pensar: ¿por qué mucha gente se niega la oportunidad de ver una película distinta? ¿Qué tipo de voluntad o estilo de vida se requiere para buscar en el cine algo más que entretenimeinto? Yo mismo le saco la vuelta, a veces, al cine (mal llamado) "de arte" porque simplemente no tengo ganas de pensar. Pero por cada evasión, descubro a la siguiente oportunidad que hay una película extraordinaria esperándome para sorprenderme.
Poco después del screensaver-gate, crucé el Pacífico en avión. Con tantas horas por matar, ver cine era mi opción número uno, así que no bien comenzó el viaje me puse a revisar el menú de pantalla. Había de todo, pero casi nada llamó mi atención hasta que di con una de esos títulos tan específicos que sin embargo pueden evocar cualquier tipo de historia: Beasts of the Southern Wild. Ahora me entero con sorpresa que ha sido nominada al Óscar como mejor película, y su protagonista, la niña de 9 años Quvenzhané Wallis, como mejor actriz.
La sinopsis: Hushpuppy y su padre Wink viven en La Bañera, una comunidad en el Bayou de Louisiana, rodeados de miseria... y de agua. Las crecientes del río van aislándolos poco a poco del mundo exterior, por lo que el hombre decide enseñar a su hija a sobrevivir por sí misma, para cuando llegue el día en que él no pueda ayudarla.
A primera vista me recordó a Gummo (Harmony Korine, 1997), por tener esa misma atmósfera decadente, "after the storm", que descubre el lado siniestro del estilo de vida americano: pobreza, injusticia, desintegración familiar, en una comunidad rural en que la desesperanza se transmite por genética.
Pero mientras Gummo, es un relato pesimista e hiperrealista que no esconde su intención de exponer condiciones de vida marginal, Beasts of the Southern Wild es como un cuento para antes de dormir, en el que detrás de un deprimente y desvencijado escenario post-huracán Katrina, se revelan relatos tan intrigantes y bellos como la imaginación de Hushpuppy, y tan poderosos en la mente del espectador, como la mezcla de inocencia y férrea voluntad de esta criatura.
La Bañera no existe. Es un lugar ficticio en Louisiana crerado por la dramaturga Lucy Alibar para su obra Juicy and Delicious, en la que está basada esta película. Ahí el caos no llega sino que ha existido siempre y está por todos lados: en el tejabán que habitan la niña y su padre, en la madre ausente que un día se fue con el agua, en los parajes siniestramente bellos que forman el mundo de Hushpuppy. Y sin embargo hay algo en todo esto que lo hace no sólo tolerable, sino inspirador: la presencia de Hushpuppy y su ingenua forma de relacionarse con el desastre resultan en el orden del caos.
No dudo que para muchos espectadores norteamericanos este filme represente una terapia para entender el caos generado por el huracán Katrina en 2005, pero la dirección de Benh Zeitlin (riquísima en detalles, narrativos y visuales) la lleva mucho más allá para situarnos no en un miserable páramo del sur de E.U. sino en el fin del mundo, donde lo real y lo fantástico tienen la misma credibilidad. Así el público se ve ante la disyuntiva de cuestionar o dejarse convencer.
Hushpuppy es la inocencia en un planeta que ha perdido su capacidad de asombro. Cree que los animales le hablan en código y que evitará el fuego si cierra los ojos, pero es en esta ingenuidad donde radica lo genial de la historia, al ser la niña un personaje que retrata casi perfectamente la lógica infantil, que en sí misma llega a ser mágica, a veces milagrosa. Y bien podría ser ésta la palabra adecuada para describir a Beasts of the Southern Wild: un pequeño milagro de película que, más que entenderse, tiene que vivirse.
Aquí estamos ante un cine contemplativo (pienso precisamente en Malick, o en Lake Tahoe de Fernando Eimbcke), comprometido con un discurso pero no con la forma tradicional de ofrecerlo. Es inspiradora, poética, llena de silencios e imágenes que pueden hacer eco en la memoria. Es una historia que puede resultar inentendible para el espectador promedio, y sin embargo quiero pensar que su fuerza es suficiente para que la mente más básica perciba que se está alimentando con algo más de lo que sus ojos le dejan ver.
Hay una escena donde nos enteramos que la madre de Hushpuppy era tan hermosa que cuando pasaba frente a la estufa, ésta se encendía sola. Así es la lógica de Beasts of the Southern Wild: es cine que reta a la inteligencia y al pensamiento mágico de cada uno de nosotros.
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